martes, 19 de julio de 2011

Los que nos suicidamos

Los tejados ignoran que existen las ciudades

Micharmut


Te vas de la ciudad, me dejas solo

tripulando la sed de los tejados

Lorenzo Plana


Paseo caviloso por estas azoteas: son mi hogar. Me asalta, a veces, el deseo de mirar ahí debajo y ver lo que sucede en esas calles. Vigilar a toda esa gente y ver qué hace, cómo son, adónde van.

Si es que queda alguien, todavía, ahí abajo.

Los que nos suicidamos arrojándonos desde los edificios, al vacío, estamos condenados a residir aquí, post-mortem: en un mundo de tejados continuos.

Paseo todo el día y, por la noche, sueño con traspasar esta cárcel de tejas, pizarras y uralitas.

E ir abajo.

Abajo otra vez. Por fin. Abajo.



[El dibujo es una versión de un personaje que apareció en la revista Cairo, si no recuerdo mal en una portada, y dibujado por Micharmut]

[Actualización, 9 de agosto: añado la segunda cita, acabo de encontrarme con esos maravillosos versos de Lorenzo Plana]


lunes, 11 de julio de 2011

Sunset Boulevard. Otro descenso al infierno



“Los problemas de la locura rondan la materialidad del alma”, escribió Foucault en Historia de la locura en la época clásica (trad. de Juan José Utrilla, Fondo de Cultura Económica, México DF, 2010, tomo I, p. 35). Se dice que los salvajes creían que las cámaras fotográficas robaban el alma y al cine, poco después de ser inventado como espectáculo, se le llegó a denominar la pantalla del diablo. Pero la gran fábrica de imágenes del siglo XX, el motor del imaginario del siglo XX, también podía crear delirios que confundiesen a sus mismos soportes materiales, los actores que encarnaban a los protagonistas de ese imaginario: se dice que, en los últimos años de su vida, Bela Lugosi se creía Drácula. La ficción contamina la realidad, no solo la del espectador, paciente de la ficción, sino también la del actor o agente de esa ficción.

Así el personaje que interpreta Gloria Swanson en Sunset Boulevard de Billy Wilder -película titulada en español El crepúsculo de los dioses- enloquece de idealidad y de ficción, creyéndose ya no un personaje –aunque devenga finalmente la Salomé con la que, en efecto, quiere volver a las pantallas- sino ella misma como estrella, como actriz eterna. “La locura está, pues, más allá de la imagen, y sin embargo está profundamente hundida en ella; pues consiste solamente en hacerla valer espontáneamente como verdad total y absoluta” (Foucault, ibid., p. 362).

Después de volver a ver la película, me fascina sobre todo la última escena. Se nos narra, al fin, la muerte del narrador que desde el principio se nos anticipó; se nos muestra la misma imagen con la que se abría la película, el narrador -¡así que era el narrador!- flotando muerto en la piscina –y rodado desde abajo-; y Norma Desmond desciende las escaleras ante la luz de los focos, mientras los policías quedan congelados en su ascenso por esas mismas escaleras.


“La locura designa el equinoccio entre la vanidad de los fantasmas de la noche y el no ser de los juicios de la claridad” (Foucault, ibid, p. 384). Norma Desmond fabrica, una vez más, la imagen de sí misma ante los flashes y las intensas luces de los focos. “Es la noche vacía del error; pero ante el fondo de esta primera oscuridad, un relámpago, un falso relámpago, va a estallar: el de las imágenes. Se levanta la pesadilla, no en la clara luz de la mañana, sino en un cintilamiento sombrío: luz de la tormenta y el crimen. […] En esta noche, los fantasmas encuentran su libertad […]. Pero todas esas imágenes convergen hacia la noche, hacia una segunda noche que es la del castigo, de la venganza eterna” (Foucault, ibid, p. 386).

Norma Desmond desciende las escaleras, haciendo caso omiso de los periodistas y los policías reales que suben, o mejor que subían, porque quedan congelados en el acto de subir, fascinados por la actitud de la actriz, su elegancia de estrella pretérita, que no es de este mundo, atendiendo a las cámaras que la aguardan abajo, que ya la ruedan desde abajo, preparando para las pantallas no la idealidad demente de la actriz sino la pura materialidad de lo real, la terrible noticia acaecida esa noche: ella cree que ruedan para su próxima película, para su vuelta al estrellato, su regreso al firmamento, pero en realidad ruedan a la criminal y a la demente, tras su pecado y su culpa, su crimen, camino del infierno.

martes, 5 de julio de 2011

Memoria del verano





"Guardianes del mundo, nubes", he leído esta mañana en un poema de Czeslaw Milosz, y unas pocas páginas más adelante, en otro poema del mismo libro, he leído también que "un jazmín amarillo aquí es un faro".

viernes, 1 de julio de 2011

Poesía en beneficio de las víctimas del terremoto de Lorca



El pasado sábado 25 de junio se celebró en Águilas una gala poética en beneficio de las víctimas del terremoto de Lorca. Fue un acto hermoso y emotivo, en el que recitaron poemas los integrantes de la compañía teatral Prado Mayor de Totana acompañados del guitarrista Manuel León y la bailarina Isabel Lavella. Se expuso también una serie de cuadros hechos con materiales rescatados del desastre.

Las mismas personas que coordinaron el acto, María Jesús López Rodríguez e Isabel Amat, se han encargado de editar un libro dedicado al mismo fin, Lorca 11. La noche más larga. Es una antología de poemas, y recoge los textos que se recitaron esta noche y otros muchos. Gran parte de ellos están escritos en torno al terrible suceso que sacudió la ciudad de Lorca aquella tarde.

Aquí abajo tienen el índice con la nómina de todos los poetas participantes (pinchen sobre la imagen/lista para ampliarla). El libro vale 15 euros y puede conseguirse escribiendo aquí:


librolorca11@hotmail.com.